El trabajo de creación, construcción y desarrollo de tu marca personal exige un compromiso total; es un ejercicio de valentía, de introspección y de autoconocimiento.
QUÉ QUEREMOS Y DÓNDE QUEREMOS IR.
Y llegar a ese descubrimiento, a veces, es algo tan fácil como respirar bien, mover tu energía, sanar tus bloqueos y metabolizar tus emociones. Y el yoga es una buena herramienta para ello.
Como comenta Ken Wilber: Encontrar verdadero significado a la vida es también aceptar la muerte en vida, acoger la impermanencia en todo lo que es, liberar en el vacío, con cada exhalación, la totalidad de la unidad psicofísica. Entregarse incondicionalmente a la muerte con cada exhalación es renacer y regenerarse con cada inhalación. Por otra parte, retroceder ante la muerte y la impermanencia de cada momento es retroceder frente a la vida de cada momento, puesto que ambas son una y la misma cosa.
Yoga es unión, es sentirte unido, pleno, entero, conectado con la vida y con tu propio ser, y con actitud de servicio. Es un proceso de sanación; un camino en donde, a través del físico, transformamos la mente y la persona se renueva, se reajusta, se revitaliza, se armoniza y alcanza su máximo potencial energético.
Tu respiración profunda se regula y optimiza tu sistema cardiovascular, mejora tu circulación, tonifica tu cuerpo, rebaja la inflamación y elimina toxinas.
Todo ello repercute de una forma positiva en tu estado emocional, proporcionándote coordinación y equilibrio físico y mental.
Transformas tu vida, encuentras tu verdad y la experimentas en todo tu ser, no sólo en tu mente.
Inhala…Exhala…
El yoga es una manera de sentir, de sentirme y de sentir a los demás. Es algo que no encontré en mi familia, en mi entorno más cercano, en mi tradición, en mi cultura, en mi ciudad… Y que un día la vida me descubrió y fui a su encuentro.
Lo conocí, lo integré, me sanó puntualmente, me enamoré de él y hasta hoy. Con idas y venidas, con encuentros y desencuentros, con amor y desamor, pero hasta hoy.
Había descubierto que podía conocerme, no desde la mente discursiva y el intelecto, sino desde el movimiento, el cuerpo y la respiración. Que me transformaba y me curaba. Que acogía la práctica espiritual sin resistencia y con divertimento, lejos del resentimiento que en otras épocas albergaba. Como decía David Bowie: “La religión es para la gente que tiene miedo a irse al infierno. La espiritualidad es para aquellos que han estado ahí.” Y añadiría: Y han vuelto.
Empezaba un camino de crecimiento y decrecimiento, de acoger y soltar, de amar y de morir, de pequeñas muertes encima de la esterilla y de comprensión de la vida cuando salía ella.
El yoga me ha regalado esos pequeños atisbos de conciencia, esos ligeros despertares que me hacen ver lo pequeño que soy y el universo que contengo.
Cualquier práctica yóguica la encuentro apasionante, no me posiciono de manera fundamentalista en ninguna de ellas. Está muy bien subir la montaña por distintos senderos y que alguien te lleve de su mano en un viaje de descubrimiento y de tolerancia.
Aunque ahora estoy con el Ashtanga, el Hatha me descubrió la práctica y que todo el resto de disciplinas parten de aquí, el Kundalini me hizo cantar mantras y nanas a mi hijo, el Dinámico me hizo descubrir los límites de mi cuerpo, el Asthanga Vinyasa me descubrió que la postura más difícil, más radical, más extrema y poderosa es Savasana. Y el Vinyasa me esta enseñando a bailar una danza yóguica cuidadosa y fluida.
Siempre aprendiendo con mente de principiante y aceptando lo que soy.
Amo el yoga y cómo me une a la vida.