Ponerte en manos de alguien en quien confiar, que sabes que te va a tratar con cuidado en un espacio protegido, en un oasis de tacto consciente, navegando un cúmulo de experiencias sensoriales desde la profesionalidad y el compromiso debería ser algo aconsejable, necesario en nuestro día a día.
Y si, además, esa persona es otro hombre como tú, u otra mujer como tú, la experiencia todavía es más necesaria, ya que no solo se trata de una sesión de quiromasaje desde una perspectiva espiritual, sino que cada masaje se convierte en una sucesión de estadios de crecimiento personal. Una oportunidad para desnudarse en cuerpo y alma ante otro hombre o mujer que recorre tu cuerpo con sensibilidad, con cuidado y con centro. Donde la sensación táctil te llega desde otro sitio y las manos son intermediarias del corazón.
Una oportunidad para desmontar patrones educacionales y sociales muy establecidos y de crecer desde tus bloqueos. Mirando atentamente tus prejuicios y transformándote mediante un proceso de autosanación que está en permanente autoescucha de sus sentidos. De bucear en la incertidumbre, de debilitar las barricadas de tu identidad personal, de difuminar el color de tu bandera, de dejar espacio a la vivencia sin el estorbo de la moral y de conectar con lo más profundo y esencial de ti.
De evolucionar desde la primera sesión, desenmascarando al personaje y reconectando con el niño que era, con ese disfrute primigenio y con el hombre que vive en mí y que siente su masculinidad de otra manera.
Todo esto y, seguramente, algo más que me dejo, es ponerte en manos de mi queridísimo amigo Alfredo Vela.
@velaalfredo
@quiromasaje_alfredovela