Hay momentos en mi vida que necesito tomar distancia y buscar una perspectiva distinta. Salir del discurso analítico, repetitivo y conceptual de mis soliloquios. Observar la distancia entre quiénes somos y quiénes aparentamos ser.
“Despertar a quien eres requiere dejar ir a quien te imaginas ser.“ Alan Watts
Estoy harto de ser Juanjo y, todavía más, de ser Juanjo Martí. Estoy cansado del personaje que ha creado mi ego, de ser el protagonista de mi película. Necesito desengancharme de mí mismo, dejar de “narcotizarme” con mis pensamientos acerca de lo que creo que soy y pasar el síndrome de abstinencia. Ya que llega un momento en que llegamos a ser adictos a nosotros mismos.
Una buena fórmula para salir de ahí es la meditación, ya que por un instante disuelve momentáneamente el ego y te acerca al estado de Ser, te amortigua el dolor de ser alguien. El olvido de sí que dirían los místicos. Pero también es verdad que, a veces, conviene alejarse de uno mismo, metafórica y espacialmente, de los sitios donde alimentas lo que denominas yo, o lo que sea que te conecte con lo que has configurado, lo que llevas años moldeando y dándole forma.
Recorres unos kilómetros y te separas de donde vives, de donde trabajas, de donde socializas y, si puede ser, como el otro día, subo a la montaña, contacto con la naturaleza y me doy un baño de bosque (Shinrin-Yoku), en silencio, en soledad y sin cobertura. Te paras y te sientes. Te pierdes un poco.
Como siempre me digo: CUANTO MÁS ME PIERDO MÁS ME ENCUENTRO
De repente me instalo en la incertidumbre, como la propia vida, pero confío en ella y en mí. Desarrollo, como decía Alan Watts en su magnífico libro, La Sabiduría de la Inseguridad.
Esto para mí también es parte del trabajo, ya que aunque me asalte el sentimiento de culpa judeocristiano y salga esa vocecita que me dice que estás en horario laboral y que qué haces en mitad de la montaña, me río y le contesto que esto también es parte indispensable, que estas pausas, esta descongestión me proporcionan el sosiego y la claridad necesarias para que broten las mejores ideas, aquellas que me van a conectar con mi verdadero propósito, el más auténtico, el de vivir mi vida como quiero y buscar la forma de llevarlo a cabo.
Es el momento de reencontrarte con tus pensamientos limitantes, de desmemorizar tus emociones de supervivencia, como dice Dispenza, de disfrutar del silencio interno y externo, de conectar con la intuición, de establecerme en la Vida Simple, como relata magistralmente Sylvain Tesson en su libro del mismo nombre. De decrecer a los deseos y de convertirte por un instante presente en lo deseado antes de que acontezca, de crecer a las sensaciones, a las experiencias de vida, a los sentidos. De amar lo que llegue, lo que surja, sin miedo.
De cultivar la mirada lejana, que lo próximo que encuentres con la vista esté a kilómetros de distancia, que sientas en la lejanía las calles por donde paseas, los edificios donde vives y trabajas, las personas con las que convives, las playas donde nadas, los lugares y las personas que amas. Que te nutras y respires aire de verdad, que se llenen de oxígeno todas tus células y que tu cuerpo y tu mente se recarguen de energía.
Si estás demasiado cerca de tus problemas, de tus miedos, de tus bloqueos, de tus frustraciones, de los obstáculos… Pero también de tus deseos, de tus sueños, de tu apuesta de futuro y de tus pasiones es difícil reflexionar con calma, contar con la suficiente ecuanimidad para cumplir con la norma Aristotélica de la medida justa, del término medio, del todo sin exceso. Y eso, justamente esa distancia, es la que te va a permitir tomar la mejor decisión para ti desde la perspectiva adecuada, sin exceso de pensamiento y con la certeza que proporciona la confianza en ti.