Supo discernir el árbol del bosque que hay en mí.
Es un privilegio poder elegir el propio oficio, en mi caso, su contraparte fue el inconveniente de no saber definirlo, de no ser capaz de nombrar lo que ofrezco.
Dicen que el que mucho abarca poco aprieta; pero hay algo en mi que le lleva la contraria al refrán y, para bien y para mal, dice que “el que mucho abarca conoce mejor donde apretar”, aunque le impide concretar lo que abarca. Después de varios intentos por resumir lo que hago, me convencí de que yo solo no lo iba a conseguir ni tampoco sabía qué tipo de ayuda necesitaba, ni a quién pedírsela.
Juanjo apareció en el momento justo y supo discernir el árbol del bosque que hay en mí. Lo mejor de todo, es que me indicó cómo verlo por mí mismo. Las sesiones con él fueron una mezcla de confesión, terapia y estructuración mental con un sentimiento final de ligereza por haber resuelto algunos de mis nudos gordianos; llegué a la certeza y reafirmación de que lo que hago y ofrezco tiene un valor reconocido.
Juanjo es capaz de ver lo obvio y ponerle nombre cuando a otros se nos niega esa facultad, y también fue capaz de hacer mío su entusiasmo. Aunque para mi, lo más importante de todo es que al terminar el trabajo, cuando se supone que acaba la relación comercial, descubro que he ganado un amigo.